La mamoplastia. Ideal para modelar los senos

 

Los senos son glándulas sudoríparas transformadas que, como ocurre con cualquier otro órgano, sufren cambios a lo largo del tiempo, en función de la raza, la alimentación, la lactancia o el ciclo menstrual. Además de su misión básica de lactancia y que nos cataloga como mamíferos, posee otra función psicosexual, también de importancia, y que mucho tiene que ver con el nivel de autoestima que tiene la mujer.

Aunque los gustos y el ideal de belleza de cada sociedad influyen en el atractivo de un tipo de pecho u otro, ateniéndonos a criterios puramente médicos, la forma y el tamaño de los senos (caidos, grandes o pequeños), salvo en caso de enfermedad propiamente dicha, dependen en gran medida de la estatura, el peso, la anchura del tórax y la estructura oseo-muscular de cada mujer. A modo de ejemplo se puede decir que mientras en Europa occidental el volumen normal se encuentra entre los 150 y los 250 c.c., en los Estados Unidos asciende a los 300 y los 500 c.c., y en los paises del centro de Europa se acepta como normal cantidades que alcanzan los 500 y hasta los 700 c.c.

En ocasiones, la insatisfacción o la falta de conformidad con la forma de los senos lleva a algunas mujeres a buscar soluciones quirúrgicas mediante la denominada mamoplastia.

La primera intervención de mamoplastia fue llevada a cabo por Paulus Aegineta en el siglo VII d.C., curiosamente sobre un varón que padecía ginecomastia, una alteración que se caracteriza por la aparición de mamas con estructura y aspecto femeninos en el hombre. Desde aquellos tiempos hasta la actualidad, han sido numerosas las técnicas y los materiales utilizados tanto para variar el tamaño como para modificar la forma de los senos.

Los motivos que provocan que un pecho esté caido, lo que los médicos llaman “ptosis”, puede ser tanto por el peso de la glándula como la flaccidez de la piel, que puede considerarse el “sujetador natural” de los senos. Esta pérdida de tersura es la razón por la cual pechos normales o incluso pequeños presentan ptosis. la solución que oferce la cirugía plástica para corregir este problema recibe el nombre de mastoplastia.

En la actualidad, las técnicas quirúrgicas encaminadas a reducir el tamaño y la forma de los senos se basan en la retirada del exceso de piel y parte de la glándula mamaria y en el moldeado del tejido remanente con objeto de conseguir los cambios que se ajusten al volumen y las formas deseadas.

Por supuesto, no hay que olvidar, ya que estamos hablando de belleza, la cuestión de las cicatrices. Éstas serán mayores cuanto más elevado sea el grado de ptosis o hipertrofia. Estas señales oscilan desde pequeñas líneas alrededor de la areola cuando apenas se ha tenido que retirar piel, hasta los grandes surcos en forma de ancla, ele o jota, si se han practicado complejas mamoplastias de reducción.

El proceso comienza con los análisis habituales que descarten cualquier patología existente y la toma de fotografías de ambos senos para poder apreciar posteriormente los resultados. Antes de la intervención, el médico aclarará a la paciente todas las dudas que tenga al respecto, así como los resultados previsibles, que no solo dependen del cirujano, sino de las limitaciones que impone cada tipo de piel y la propia glándula mamaria y su volumen.

La operación se realiza bajo anestesia general y dura aproximadamente de dos a cuatro horas, según el caso. Si no se producen complicaciones, tan solo exige una hospitalización de 24 horas. Las fisuras realizadas con el bisturí se practican en lugares estratégicos para hacerlas casi imperceptibles. Generalmente se efectúa una incisión alrededor de la areola y se baja vertical u oblicuamente para continuar a lo largo del pliegue inferior, en forma de T o L. Aunque los puntos son retirados a las dos semanas de haberse producido la intervención, los senos permanecen amoratados durante un tiempo, es lo que se denomina “equimosis”, y únicamente después de 90 días de espera se podrán ver los resultados definitivos.

Las preguntas más habituales que suelen hacer las pacientes plantean dudas sobre la función lactante y la sensibilidad de los senos operados. Respecto a la primera cuestión, decir que cuando los pechos no son excesivamente grandes y no necesitan de maniobras especiales para la ascensión del complejo areola-pezón, no habrá problemas. En cuanto a la sensibilidad, ésta puede recuperarse entre el tercer y el sexto mes tras la intervención.

La primera mamoplastia de aumento conocida se realizó mediante la introducción de un lipoma que le fue extraído a la misma paciente. Esta clase de intervenciones han ido evolucionando a la vez que se han ido descubriendo nuevas materias para el relleno. Parafinas, cera, bolas de vidrio, marfil o incluso cartílago se han ido desbancando unos a otros tras reiterados fracasos. Con el auge de la industria química, se probaron sustancias tales como el polietileno, el polivinilo o el teflón en forma de virutas o esponjas, pero tampoco fueron aceptadas con más cariño que las anteriores por el cuerpo de las pacientes y terminaban creando un tejido fibroso y duro que era fuente de molestias y dolores.

Los primeros experimentos con silicona líquida produjeron efectos tan nefastos como embolismos pulmonares y cerebrales. Hubo que esperar hasta 1963, fecha en la que se presentó un nuevo modelo de prótesis basado en una bolsa de silicona sólida que  contenía en su interior la misma sustancia pero en forma de gelatina. De esta forma se eliminaban los inconvenientes asociados a la silicona líquida y, sin embargo, se aprovechaban todas sus ventajas en cuanto a consistencia y moldeabilidad. En la actualidad también se está implantando otro tipo de prótesis. Se trata de una especie de cámara que se hinchan mediante válvulas. Todo esto viene a demostrar que ninguna de las prótesis existentes goza de superioridad sobre las demás.

En cualquier caso, una vez elegido el modelo que se vaya a implantar, éste es introducido a través de una incisión practicada en la areola, en el surco mamario o en la axila, para situarse finalmente debajo de la glándula o del músculo pectoral, según lo que aconseje la anatomía de la intervenida. Se trata de una operación menos delicada que la mamoplastia de reducción y dura apenas una hora.

Entre las pequeñas complicaciones más habituales hay que destacar el desplazamiento o la dislocación de la cápsula cuando se fija debajo del músculo o la retracción cuando se instala encima. Si por cualquiera de esos motivos se producen molestias o endurecimientos, el cirujano intentará distender y colocar el implante en su sitio original mediante maniobras externas. Si no se consigue, se procede a una nueva intervención.

Las operaciones de mamoplastia, ya sean de aumentok o de reducción, se realizan con una perspectiva de futuro, por lo que son recomendables una serie de cuidados posteriores para prolongar los resultados y evitar, en su caso, tener que intervenir de nuevo (mamoplastia secundaria). Las cicatrices, rojas al principio, tardarán entre seis meses y un año en blanquearse y hasta dos en adquirir su aspecto definitivo. El láser puede dar resultados excelentes, y el sol, aunque en un primer momento no debe dar directamente sobre las cicatrices cuando estas todavía se hallen enrojecidas, puede ser muy beneficioso más tarde siempre y cuando se tome en dosis progresivas.

También es necesario mantener un equilibrio hormonal, observar una dieta adecuada y no experimentar aumentos y reducciones de peso en cortos espacios de tiempo. El uso del sujetador es conveniente para evitar que la tensión de la piel, cuya hidratación debe cuidarse, vuelva a provocar ptosis. En el caso de las mamoplastias de reducción, será el cirujano el que informe sobre el cómo y el cuándo deben efectuarse los masajes para evitar que la prótesis se contraiga y se mantenga lo más amplia posible.

Generalmente, los resultados suelen ser satisfactorios para la paciente, tanto física como psicosexualmente y no es frecuente que se produzcan complicaciones, excepto en los casos de reducciones practicadas en pacientes muy obesas o que presenten grandes hipertrofias, pues esas patologías aumentan el riesgo de lipolisis o necrosis grasas como consecuencia de la debilidad y delicadeza de los tejidos.

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